En lo que parecería ser una duranbarbeada (neologismo muy en boga por estos tiempos) más, el gobierno instala, de buenas a primeras la discusión sobre la legalización del aborto, sobre los insultos al presidente en los estadios de fútbol y el cobro a extranjeros que se atiendan en hospitales públicos, con la aparente intención de restar espacio en la agenda pública a los temas económicos y sociales de fondo, en los que el panorama dista de ser tan optimista como se pretende.
Prescindiendo de las interpretaciones, los datos duros que el gobierno proporciona no respaldan los buenos pronósticos que el mismo gobierno difunde.
Se hace difícil creer que la inflación del año cierre en el 15 % establecido en el presupuesto (o en el 17% que se aceptó horas después) con el 1.8 de enero y el 2,5 pronosticado para febrero gracias al aporte del aumento de tarifas.
En ese contexto, los precios que monitorea mensualmente nuestro observatorio no podían ser una excepción. Una vez más, la brecha entre los precios minoristas del Mercado Central y el promedio de precios de las principales cadenas de supermercados en los 15 productos que habitualmente medimos se ha ampliado, no sólo en términos absolutos, sino también porcentualmente.
Una vez más, el gobierno asiste como simple espectador a una situación que lo implica y compromete. De seguir así, no parece faltar mucho para que desde los sectores más humildes se comience a repetir (en versiones menos culteranas, seguramente) la famosa frase con la que Cicerón comienza sus Catilinarias: ¿Hasta cuando Catalina, abusarás de nuestra paciencia?