Alieto Aldo Guadagni (cap.21 de libro “Braden o Peron”, editorial Sudamericana, 2005)
Antes de considerar los acontecimientos de octubre de 1945 que culminaron el día 17, es conveniente prestar atención a lo que venía ocurriendo en la Argentina desde la crisis del año 30. La gran depresión desatada con motivo del crack de octubre de 1929 y la propia Segunda Guerra Mundial dieron lugar a un fuerte proceso de crecimiento de la industria manufacturera, particularmente la ubicada en la región metropolitana bonaerense. La caída de los precios internacionales de las exportaciones agrícolas había impulsado la sustitución de importaciones tradicionales, a las cuales no había acceso por la escasez de divisas. Este proceso se acelera durante el conflicto bélico iniciado en 1939 por la desaparición de nuestras importaciones desde los países en guerra. Es así como se instalan numerosas nuevas fábricas, especialmente en Buenos Aires y sus suburbios, para producir bienes que antes venían de Europa o los Estados Unidos. Se genera así un gran cambio social asociado con la emigración de miles de provincianos hacia las grandes urbes, ya que las nuevas fábricas urbanas ofrecían empleos mejor pagados que las actividades rurales. Año a año, desde los años 30, Buenos Aires comenzó a recibir miles de nuevos inmigrantes, no de Europa o Medio Oriente, sino del interior profundo de la Argentina. En la década del 40 llegaban al área metropolitana anualmente más de 100.000 inmigrantes desde el interior. Éstos eran nuevos en el escenario porteño, acostumbrado a la antigua inmigración de “gallegos”, “rusos”, “tanos” y “turcos”; se comenzó a calificar con cierta agresividad a los nuevos habitantes de Buenos Aires como “cabecitas negras”, la mayoría de los cuales vivían en los antiguos suburbios o en las nuevas “villas miseria”.
Los cambios socioeconómicos fueron tan profundos que a mediados de la década del 40 en la Argentina, el tradicional “granero del mundo”, la producción industrial comenzaba a ser más grande que la agropecuaria.
Desde mediados de 1945 en la guarnición militar de Campo de Mayo se venía incubando un clima de oposición a Perón, quien acumulaba entonces una gran dosis de poder al retener la Vicepresidencia, el Ministerio de Guerra y la Secretaría de Trabajo y Previsión. La “Marcha de la Constitución y la Libertad”, realizada el 19 de septiembre, había congregado una enorme multitud que había impactado en el ánimo militar. El general Eduardo Avalos, en su carácter de jefe de la principal guarnición militar del país, plantea el 8 de octubre ante el general Farrell su exigencia para que el coronel Perón abandone sus tres cargos. Perón no sólo se ve obligado a renunciar el día 9 de octubre, sino que además es detenido y confinado en la isla Martín García el día 12.
A medida que pasaban los días aumentaba la inquietud de los trabajadores por la situación de Perón, hasta que durante todo el 17 de octubre comienzan a concentrarse en la Plaza de Mayo alrededor de 250.000 personas, la gran mayoría trabajadores humildes, no sólo de la ciudad sino también de todos los suburbios porteños, para exigir la inmediata libertad de Perón, quien ya había sido trasladado desde Martín García al Hospital Militar. Cuando cae la noche, Perón se hace presente en la Casa de Gobierno y habla a la multitud desde sus balcones, en compañía del presidente Farrell. Expresa: “Dejo hoy el sagrado y honroso uniforme que me entregó la Patria para vestir la casaca de civil y mezclarme en la masa sufriente y sudorosa que elabora el trabajo y la grandeza de la Patria.”
Con este mensaje, Perón convoca a la acción política a las nuevas masas de trabajadores, muchos de ellos inmigrantes rurales, sin tradición de afiliación partidaria alguna, quienes entran como nuevos actores en el escenario político argentino. Baste señalar que en 1943 había menos de 100.000 trabajadores agremiados, mientras que en 1945 llegaban a nada menos que 500.000. Hay un antes y un después del 17 de octubre de 1945, porque ese día nace la fuerza política que habría de predominar en adelante en el escenario nacional.
Veamos ahora que cuenta la Embajada de los Estados Unidos de lo que había ocurrido en estos días de octubre de 1945. La reacción inmediata de la Embajada a cargo de Cabot frente a los acontecimientos del 17 de octubre fue consultar a Washington si “debía continuar sus relaciones con el gobierno argentino” (60), sosteniendo que:
A mi juicio las excusas legales para retirar nuestro reconocimiento son poco importantes, pero ante la eventualidad de una guerra civil corresponde que nos interroguemos acerca de nuestra posición.
Como se ve, para la Embajada la situación era extremadamente crítica. La respuesta a esta consulta llega el día 20 de octubre. En su telegrama (61) el Secretario Byrnes expresa:
Mientras Farrell sea el Presidente el Departamento cree que no corresponde levantar la cuestión del reconocimiento y las relaciones con el gobierno argentino deben continuar. Esta decisión estará sujeta a revisión dependiendo de los sucesos en la Argentina.
Varios días después, Cabot presenta al Departamento de Estado una evaluación de los hechos ocurridos el día 17 sobre la base de las informaciones periodísticas (62). Las publicaciones seleccionadas por la Embajada curiosamente son unánimes en “repudiar las manifestaciones peronistas del día 17 de octubre”; además se adjuntan los comunicados expedidos por el Comité Nacional de la Unión Cívica Radical, la Unión Obrera local y el Partido Comunista. Cabot agrega en su informe al comentar estos comunicados que:
Aunque sea cierto que los hechos no presagian nada necesariamente en el camino de una oposición activa, indican sin embargo –tal como se describe en el despacho No. 1160 del 24 de octubre de 1945 titulado “Signos de Reacción Contra las Manifestaciones Obreras Octubre 18”- que las fuerzas civiles se están articulando después de una semana de sorprendido silencio.
Es notable observar que Cabot no alcanza a visualizar ninguna articulación de otras fuerzas que no sean las adversarias a Perón, omitiendo cualquier evaluación del nacimiento de nuevas organizaciones políticas y sindicales que apoyaban al coronel Perón. Cabot además glosa el comunicado de la Unión Cívica Radical comentando que:
El primero de los comunicados, emitido por el Dr. Cisneros, Secretario del Comité Nacional del Partido Radical, comienza por establecer que el debate en el Senado de los Estados Unidos, así como los comentarios de varios periódicos extranjeros, revelan que la información existente en el exterior acerca de lo sucedido el 18 de octubre no es completa. El Senado y los diarios, dice el Dr. Cisneros, aparentemente creen que la masa de trabajadores argentinos apoya al coronel Perón y que las demostraciones del 18 de octubre así lo prueban. Cisneros considera esto totalmente inexacto, y para apoyar esta creencia ofrece ocho puntos de vista de los cuales los siguientes son los más interesantes.
- La manifestación no fue espontánea sino organizada por la Policía Federal y la Secretaría de Trabajo.
- Los trabajadores fueron forzados por los dirigentes sindicales y por la policía a abandonar los puestos de trabajo y unirse a la manifestación.
- El número de manifestantes ni siquiera se aproxima al reivindicado por Perón; no había más de 60.000 personas como máximo, el cincuenta por ciento de los cuales eran mujeres y niños.
- El evento se ha venido preparando desde mucho antes de la caída del Vicepresidente y contó con todo el apoyo oficial en término de camiones y otros medios de transporte, y hasta incluyó la provisión de alimentos a los manifestantes. Fue una réplica de las primeras manifestaciones del fascismo y del falangismo.
Cuando uno lee estos párrafos no puede menos que recordar la frase bíblica: “Dios ciega a quienes quiere perder”. Este documento de la Unión Cívica Radical leído sesenta años después nos muestra la ceguera en la visión de la realidad de muchos políticos de esos años, que no entendían lo que estaba realmente ocurriendo con el nacimiento de una nueva y vigorosa fuerza política que incorporaba a nuevos actores sociales. También Cabot comenta el comunicado del Partido Comunista expresando:
En la declaración emitida por el Partido Comunista en repudio de las recientes manifestaciones organizadas por “bandas de terroristas peronistas”, se sostiene que éstas fueron exitosas porque la policía no solamente se mostró pasiva, sino que en muchos casos prestó activa colaboración; además la población humilde se halla indefensa ante los métodos violentos permitidos por el coronel Perón. Los Comunistas dicen que la auténtica clase trabajadora representada por sindicatos libres e independientes no tomó parte de estas manifestaciones y luego concluye esta declaración llamando a la unidad democrática en el país en apoyo a un solo candidato presidencial.
El comunicado del Partido Comunista glosado por Cabot, muestra su gran vocación por tener un papel activo en la naciente Unión Democrática, que sería derrotada en las elecciones presidenciales de febrero de 1946. Probablemente, los comunistas argentinos pensaban entonces en reeditar la experiencia de los “frentes populares” impulsados por Moscú en la década del 30 en muchos países.
En el comunicado de la Unión Cívica Radical cuyo texto completo Cabot envía a Washington como adjunto de su nota se minimiza la importancia de la gran movilización popular del día 17, llegando a sostenerse que “existen informaciones fehacientes de que muchos de los manifestantes recibieron dinero por concurrir.”