Por Carlos Ben
Sólo basta repasar varios hechos de los últimos tiempos para entender que la catástrofe nacional es la inseguridad, que provoca múltiples temores. Delincuentes impunes y libres, con la pasividad y el garantismo que los presenta como víctimas de una situación socio cultural de angustia y los justifica por la pobreza creciente.
La búsqueda de la seguridad en este aspecto sólo engendra inseguridad crónica donde abundan cambios de conductas, alarmas, cámaras de video y llamados permanentes para saber donde y como estamos.
La inseguridad es la percepción de que uno mismo es vulnerable pero también es una sensación de inestabilidad que amenaza la autoestima y produce nerviosismo y malestar que contagia al por mayor. Además promueve estados de timidez, paranoia y aislamiento social, o alternativamente, puede estimular conductas compensatorias, como la agresividad, la arrogancia y cierto grado de aislamiento social y familiar.
A la inseguridad ante el delito de salideras, motochorros, grupos armados, arrebatadores, violadores y demás tipificaciones penales se contraponen fuerzas de seguridad que no tienen la instrucción, ni a veces los medios, para enfrentar el flagelo. Dispersos y coaccionados por defensores de derechos humanos pierden la autonomía y la eficacia, sometiendo su vocación a la permanencia en el cargo y en la vida.
Se suma a la cadena de la debilidad ciudadana la inseguridad sanitaria que nos condena convivir improvisando contra la permanente amenaza de un virus fatal y aun desconocido. Las inversiones se encuentran encerradas por la inseguridad jurídica y los jueces por la inseguridad política. Así también se suceden las inseguridades en los proyectos por falta de programas serios y la estabilidad del valor del trabajo por la multiplicidad de factores que hacen imprevisible la semana que viene.
El tratamiento podría ser comprometerse desde todos los sectores a abandonar la convicción del “yo argentino” y el culto al “no te metas” instalados desde décadas en la mentalidad de muchos argentinos.
En estos tiempos de cansancio mayúsculo y tolerancia minúscula, el cansancio ante la inseguridad puede conducir a la perdida de derechos y libertades. El miedo puede provocar hambre de autoritarismo en las personas donde sólo cambia el escenario pero la obra es la misma. La frustración de esperanzas genera impotencia y canaliza la ansiedad en forma de deseo de dar con los culpables y de castigarlos haciendo justicia por mano propia, porque no hay seguridad en las manos ajenas de la ley y el orden.
En el refranero popular se dice que “a seguro lo llevaron preso” y creo que es uno de los pocos lugares donde está a resguardo de la supuesta comunidad civilizada.
Fuente: https://www.lanuevarepublica.com.ar/2021/01/19/la-inseguridad-producto-de-un-garantismo-ideologico-falta-de-valores-y-de-recursos/