Argentina no está en crisis terminal ni puede actuar como si lo estuviera.

Un error de diagnóstico que puede llevar a un catastrófico error de políticas. Por José Ignacio de Mendiguren (*)

Un artículo del analista internacional Fareed Zakaria en el número más reciente de la revista Foreign Affairs ayuda a pensar cómo en Argentina está pasando hoy algo parecido a lo que ocurre en Estados Unidos: un error de diagnóstico que puede llevar a un catastrófico error de políticas.

Estados Unidos, escribe Zakaria en The Self-Doubting Superpower, se autoconvenció de que es un país en declive, amenazado por un mundo hostil desde la aparición arrolladora de China a comienzos de siglo. Ese pesimismo lleva al país a ponerse en una actitud negativa y pesimista, que este año se va a ver reflejada en una carrera presidencial donde unos votarán contra el presidente actual Biden y otros contra el presidente pasado Trump, sin esperanza sino con frustración.

Cuando uno siente que se está quedando atrás, agrega Zakaria, la respuesta es correr más rápido, no correr despavorido.

En 2023 Argentina votó despavorida. En 2024, el gobierno nos hace correr despavoridos hacia ningún lugar. El argumento que plantea es que Argentina está en una crisis terminal, que requiere actuar “con necesidad y urgencia”. Así, se plantaron el mega decreto 70/2023 y la Ley Ómnibus que discute hoy el Congreso con una premura inusitada y bajo la presión premonitoria del Ejecutivo de que si no hay ley habrá una crisis “de proporciones Bíblicas”.

No es cierto que Argentina enfrenta la peor crisis de su historia, ni es cierto que se encaminaba hacia una hiperinflación –esto último, quizá confunda mal diagnóstico con deseo-. Sí es cierto que el país viene acumulando problemas que durante el gobierno anterior apenas pudimos sortear pero no resolver, como la deuda con el FMI que pidió el gobierno de Cambiemos en 2018, la pandemia y más recientemente la sequía.

Pero así como Zakaria detalla en su artículo que Estados Unidos no tiene razones objetivas para sentir que está en decline (su peso creciente en la economía mundial, su liderazgo en los sectores económicos estratégicos de este siglo como la inteligencia artificial y la energía, su fortaleza demográfica y competitiva), Argentina no tiene motivos para pensar que si quiere ser grande primero deba destruirse. Porque desde la destrucción es más difícil construir cualquier cosa.

Durante gran parte de la historia de nuestro país, Argentina limitó su desarrollo estratégico a un solo motor para sostener: el sector agropecuario. Así, quedó atrapada en los vaivenes del clima o de la lucha por la renta entre este sector y los sucesivos gobiernos. Hoy, en cambio, Argentina tiene otros motores que producen los recursos que el mundo necesita en esta nueva fase del capitalismo global: petróleo, gas, energía solar y eólica, hidrógeno, litio, cobre, entre otros.

Con estos recursos, además de los alimentos, Argentina es un activo público global –una certeza que no es propia sino la evaluación de una funcionaria del Banco Mundial-. Desde esta realidad, Argentina tiene que activar estos nuevos motores para desarrollar definitivamente al país. Debe poner en valor los recursos y desarrollarlos de manera inteligente para que sus beneficios en empleo, ingresos y generación de riqueza lleguen a todos los argentinos en empleo de calidad. Sólo con el trabajo que hicimos desde Producción durante el año y tres meses de la gestión de Sergio Massa como ministro de Economía, Argentina mantuvo el nivel de actividad y de empleo durante la peor sequía de la historia y, además, se disponía a superar los USD 100.000 millones de exportaciones -por las políticas de impulso a cada uno de esos motores y por la política industrial-.

Para que eso ocurra, hay algo que Argentina NO puede hacer: regalar sus recursos. Si nos creemos que estamos al borde del precipicio, venderemos todo lo que tenemos al mejor postor, sin estrategia, y no seremos dueños sino inquilinos de nuestros propios recursos. La crisis de proporciones Bíblicas que augura el Gobierno Nacional será, a todas luces, autoinflingida.

Las políticas que promueve el gobierno nacional recién asumido son viejas y conocidas. Que el giro mitológico y profético no nos confunda. Vienen a decirnos que tenemos que achicarnos para luego crecer, que tenemos que ser pobres en la abundancia, que tenemos que destruir todas nuestras capacidades nacionales. Igual que a los estadounidenses, como explica Zakaria, les dicen que no pueden con China, a nosotros nos dicen que no podemos con nosotros mismos, que no podemos hacer nuestro propio desarrollo con recursos propios. No es verdad. Es responsabilidad de toda la dirigencia no dejarse engañar ni engañar a la sociedad.

(*) Industrial. Dirigente empresario. Ex ministro de la Producción y Secretario de Industria de la Nación.

Fuente: https://www.perfil.com/noticias/opinion/jose-ignacio-de-mendiguren-argentina-no-esta-en-crisis-terminal.phtml