El resultado de las elecciones de medio término ha generado en el gobierno y sus aliados una euforia comprensible.
Los medios, como no podía ser de otra manera, reflejan ese estado de ánimo y aportan, cada uno en la medida de su acuerdo o desacuerdo con la actual administración, sus argumentos para profundizar o relativizar tal estado de ánimo.
Del fárrago de palabras emerge una como la favorita: cambio.
Todo parece que cambió, está cambiando o va a cambiar en Argentina.
Sin embargo, una nueva recorrida de nuestro Observatorio de Precios por el Mercado Central y las góndolas de las principales cadenas de supermercados da cuenta una vez más de una constante que se mantiene a lo largo del año y medio que ha pasado desde que comenzamos a seguir los precios de un conjunto de alimentos básicos de la mesa argentina: la enorme diferencia entre los precios minoristas del Mercado Central y los precios de los supermercados. Una diferencia que no deja de crecer y que en octubre se ubicó en un promedio general del 236.82 %.
Para ser justos con el gobierno, digamos que es cierto que algunas cosas han cambiado, otras están cambiando y algunas puede ser que cambien en el futuro.
Pero mientras esta brecha en el costo de los alimentos se mantenga y continúe su efecto devastador, que golpea especialmente a los sectores menos favorecidos de la sociedad, el resto de los cambios se va a teñir de un tono bastante más cercano a la angustia que a la alegría.
Después de todo, como dice la sabiduría popular “primo mangiare, doppo filosofare”