¿G20. Una Oportunidad para Argentina?

G20 es la sigla para Grupo de los 20. Se trata del principal foro internacional para la cooperación económica, financiera y política del que forma parte la Argentina. Como su nombre lo indica, está compuesto por 20 integrantes: 19 países y la Unión Europea.

En conjunto, sus miembros representan el 85% del producto bruto global, dos tercios de la población mundial y el 75% del comercio internacional. Además de los miembros permanentes, se suman tres países. España, siempre invitado, y otros dos participados por Argentina, Chile y Países Bajos. También estarán presentes 12 organizaciones internacionales socias.

El G20 como foro multilateral de cooperación para abordar los grandes desafíos globales está presidido temporalmente por la República Argentina y tuvo hace pocos días el taller de iniciación del T20 (Think 20) en Buenos Aires, conducida por los think tanks argentinos CARI y CIPPEC.

Tomemos el ejemplo del futuro del trabajo y de la educación para ese futuro digital. Es un tema central que interesa a todos y también a Argentina.

Según el informe Robotlución de Intal-Bid, la automatización puede afectar a 1.100 millones de personas en el mundo. En Argentina, la probabilidad, según este estudio, es que afecte a un 71% de los que únicamente tengan estudios primarios y secundarios, pero “sólo” a un 40% de los titulados universitarios. Es decir, que la educación cuenta

El Banco Mundial predice que en 20 años dos tercios de los puestos de trabajo podrían suprimirse. Lo que sucederá es que crecerá la automatización de los trabajos. Un tercio de los trabajos en el 60% de las ocupaciones pueden ser automatizados. Esto supone que habrá que adaptarse a un nuevo escenario que demandará de “más y mejores competencias”. Y, como consecuencia, habrá “polarización”: algunos se beneficiarán mucho y otros sufrirán el cambio.

Con este panorama como telón de fondo, enumero aquí cinco ideas fuerza que estuvieron presentes a lo largo del encuentro y que todo el liderazgo empresarial, político y cultural debería tener en mente cada segundo.

  1.  El futuro está ocurriendo: Hablar de «lo que se viene» y sobre cómo prepararse para el futuro tiene escaso atractivo en el lenguaje político. En el reino de la demanda inmediata, donde toda exigencia termina con un ¡ya! —¡Bonos ya! ¡Gratuidad ya! ¡Vivienda ya! — el mañana es poco competitivo frente a la posibilidad populista de «solución» a golpe de firma. Y, la verdad, ya no tiene el mismo sentido. El avance exponencial de las tecnologías es tan vertiginoso que pareciera no haber un futuro que viene, por allá, algún día, sino que ya ha llegado como una fuerza disruptiva que no perdona a los distraídos. O como una aparentemente repentina ola furiosa que deja dos alternativas: surfear con dignidad y decente desempeño… o ahogarse. La idea de que el futuro está ocurriendo, pone urgencia a las acciones y decisiones políticas, empresariales y sociales, que incluso debieron ser tomadas hace mucho.
  2.  Evidencia y estrategia, por encima de todo: No hay espacio, tiempo ni paciencia para el bla bla ideológico ni para fundamentalismos teóricos. Tampoco para experimentos «bienintencionados» que terminan en fracasos previsibles y evitables. Es el momento del liderazgo responsable —siempre lo ha sido, pero hay que recordarlo— y eso implica trabajar con evidencia en mano, diagnósticos adecuados, directrices bien guiadas por el cerebro y acciones oportunas y coherentes. El gobierno y todo el liderazgo, en los ámbitos público y privado, están justo en el punto de inflexión más espectacular de la historia de la humanidad, en medio de tendencias que sólo podrán capitalizar con inteligencia y buen tino para gestionar las oportunidades y amenazas… y para enfrentar las tensiones sociales que la incertidumbre promete y cumplirá.
  3. Repensar, «resetear»: Decir que «lo único constante es el cambio» es un eslogan lindo, pero insuficiente. Probablemente nunca ha sido tan necesario y urgente repensar tantas cosas o, incluso, presionar reset para borrar intuiciones y lógicas con las que hemos operado por mucho tiempo. El conocido ejemplo de Kodak debería servir de escarmiento: Kodak no repensó nada cuando en 1975 Steven Sasson le presento la idea de una cámara digital con sus «pobres» 0.01 megapixeles; no entendió que el futuro le estaba tocando a la puerta y menos se abrió a la posibilidad de cambio y a la necesidad de resetear su lógica lineal de pensamiento frente al fenómeno exponencial. Siguió en sus estrategias de vender película fotográfica, con la que tanto éxito había cosechado en el pasado. El resultado de esa actitud está a la vista.
  4. Que vuele la imaginación: No es simplemente otra linda frase, es una necesidad imperiosa cuyos efectos, por presencia o ausencia, son muy importantes. Cuando alguien le preguntó a uno de los especialistas sobre los trabajos que van a desaparecer, éste respondió que hay que preguntarse también sobre los que no hemos inventado. Es impresionante el mundo de creaciones que ya se ha abierto en la era digital y nuestras modestas cabezas apenas si captan lo que se está configurando. Así como hace algunos años no existían los community managers, las empresas de arriendo de drones o aplicaciones digitales como WhatsApp o Instagram que valen billones, hoy ya se gestan servicios, bienes y trabajos que aún no imaginamos. Estamos, más que en la era del emprendimiento y de los emprendedores a secas, en la de los creadores, la innovación masiva y la disrupción. La imaginación y la creatividad son y serán tan vitales que no podrán faltar como competencias en los modelos educativos y en las organizaciones privadas y públicas.
  5. Más que nunca, las personas: Durante las discusiones surgió la referencia a un ministro sueco que una vez dijo «We won’t protect jobs. But we will protect workers» (No protegeremos trabajos, sino trabajadores). En diciembre de 2017, la secretaria de Estado sueca Eva Lindström publicó en su cuenta de Twitter un artículo sobre cómo Suecia está abordando el desafío de los robots y el trabajo. Lo hizo parafraseando la cita mencionada y haciendo un llamado a tener sindicatos fuertes (al estilo escandinavo, claro), educación libre y una política para la innovación y el crecimiento. Lo que quiero resaltar aquí, más allá de las medidas específicas, es el enfoque: pensar verdaderamente en las personas implica buscar estrategias para resolver los problemas desde una perspectiva adecuadamente orientada a la adaptación, el aprendizaje de nuevas competencias, la creatividad, la reinvención. El enfoque de algunos de nuestros sindicatos y políticos sugiere detener el progreso, el crecimiento y las nuevas tecnologías para conservar viejos oficios. Se estrellarán sin remedio y dañarán a mucha gente.

Estos cinco puntos extraídos de la pasada reunión del T20Argentina deberían modelar, más que nuestra agenda política, económica y cultural para los próximos años, todo nuestro debate público. Los titánicos desafíos en desarrollo demandan una calibración profunda del pensamiento y una narrativa que guíe inteligentemente la acción. El G20 puede ser la gran oportunidad para Argentina y la región de promover la creación de las Comisiones de Futuro, siguiendo el ejemplo de los países europeos, con Finlandia a la cabeza, que gestionen estas agendas y monitoreen los avances de cada iniciativa.

La crisis financiera que se desató en 2008 le dio a América Latina nuevas oportunidades en el concierto mundial. Cuando el sistema entero falló, las naciones del círculo original del G 20 decidieron ampliar el exclusivo círculo a nuevas potencias emergentes y a países en desarrollo, hasta constituir el actual Grupo de los 20. México, Brasil y Argentina ingresaron al grupo.

Las economías latinoamericanas, bajo la creciente influencia de China, sintieron el cimbronazo pero varias habían hecho un aprendizaje, como Brasil y Argentina, con estrategias de desendeudamiento e integración comercial.

En la Cumbre de Brisbane (Australia, 2015), Argentina se llevó la gran satisfacción de valor político para la región, cuando incorporó al debate y a la declaración final una definición sobre la reestructuración de las deudas soberanas y un rechazo al accionar de los fondos buitres.

Argentina que acogerá la cumbre de 2018, tendrá la oportunidad, probablemente inmejorable, de poner a prueba la eficiencia del grupo como nueva herramienta de gobernanza que mejore su situación relativa.

América Latina tiene pendiente su propia tarea de fondo: establecer una agenda específica que contemple los intereses de la región, que los exponga y que los haga valer dentro de esa gran mesa del G20.

Desde ya, que la Cumbre 2018 se realice en Argentina ofrecerá un plus, pero si la región quiere hacer valer determinados intereses, primero debe ponerse de acuerdo sobre cuáles son y qué estrategia elige para defenderlos.

Para empezar, los tres países latinoamericanos del G20 deben multiplicar los esfuerzos de entendimiento en marcha. Luego, una agenda común latinoamericana debe ampliar el primer círculo de esos tres países miembros del G20 y reflejar un consenso aún más rico de toda la región.

El actual desbalance en el flujo de inversiones productivas impedirá a regiones como América Latina responder al problema global del desempleo en una economía digitalizada con la misma capacidad que a otras desarrolladas. Sin esas condiciones, dentro de algunas décadas se reeditará la desigualdad que provocaron las anteriores etapas de industrialización. América Latina no puede reciclarse como simple proveedor de materias primas.
El G-20 es la única instancia en que América latina se encuentra con las grandes potencias y los grandes países emergentes. Y ahí es donde la región puede protagonizar la creación de nuevas normas para un nuevo orden político y económico global, más estable, más democrático y más justo.

El G20 se ha convertido en un ejercicio de democratización de la gobernanza global, en el que lo que se discute y se pone en juego son, intereses y, por supuesto, también los de América Latina.

Por Alfredo Atanasof
Ex Presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores
de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación.