Guerra comercial: una contienda por el dominio global

No es casualidad que el embajador alemán ante la Unión Europea, Michael Clauß, mencionara en su discurso por el 28 aniversario de la reunificación de su país, el desafío que presenta el ascenso económico y político de China – motor de una globalización cada vez más marcada por sus propias características.

La contracara de lo anterior es el relativo aislacionismo de EEUU, la primer economía del mundo con un 24,32% del PBI global y con el gasto en defensa más elevado. A su salida del Acuerdo de París sobre cambio climático se suma la creciente erosión del sistema multilateral de comercio internacional y de la arquitectura de posguerra forjada en Bretton Woods.

Atravesamos un período denominado G0 en lo político y un G3 en lo económico: la Unión Europea, EEUU y China juntos representan más del 50% del PBI global y más del 50% del comercio internacional. La falta de cooperación entre estos grandes puede llevar a una mayor fragmentación del sistema multilateral, tan necesitado de reforma.

Los indicadores del cambio están a la vista: el fracaso de Doha, el socavamiento del principio de no discriminación, las restricciones voluntarias a la exportación presentes en el TLC entre EEUU y Corea del Sur – prohibidas en la Ronda Uruguay – la ‘OMC 2.0’ del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica y el bloqueo por parte de EEUU del proceso de selección de miembros del Órgano de Apelación en la OMC, entre muchos otros.

La retórica del presidente norteamericano, obsesionado con el déficit comercial cercano a los USD 800.000 millones, no perdonó aliados. Definió a la UE como rival, atacó el superávit comercial alemán e incluso criticó a ese país por posicionarse como el hub para la distribución de gas ruso en la Unión. Recientemente durante la renegociación del TLCAN, Canadá y México acordaron restricciones voluntarias de exportación de vehículos, un precedente que preocupa a la poderosa industria automotriz del viejo continente.

En medio de la incertidumbre emerge un plan contra China y el responsable de ejecutarlo es Robert Lighthizer, representante de comercio de EEUU, un hombre con amplia experiencia en la sección 301 del Trade Act – herramienta legal del ejecutivo norteamericano en vigor desde 1974 – utilizado para enfrentar a Japón durante el gobierno de Reagan. El objetivo en aquel entonces era específico y el mundo un lugar muy diferente. Por el contrario, el conflicto con China no es puramente comercial, sino una pulseada por las reglas del juego y la hegemonía.

Trump ha impuesto aranceles a productos chinos por USD 250.000 millones, casi la mitad de todas las importaciones estadounidenses procedentes del gigante asiático. Lighthizer se ha asegurado de indicar a los mercados que las tarifas se mantendrán durante un tiempo, ya que el objetivo es atraer esa producción otra vez a Estados Unidos o a terceros países. La estrategia de reshoring de Lighthizer apunta a reducir significativamente el peso de China en el supply chain global.

Las represalias chinas se han limitado a aranceles, lo que hasta ahora ambos países pueden enfrentar sin demasiado sufrimiento. Sin embargo, existe el riesgo de que una escalada lleve a un conflicto de otra naturaleza, en Pekín se ha hablado de proteger la dignidad nacional. En el plano político, al quedar China excluida de los ejercicios navales en Hawái, se sumó al ejercicio ruso en Vostok – el más grande realizado después de la guerra fría. A sus vez, el portavoz del Ministerio de Comercio de China, Gao Feng, anunció que Pekín seguirá manteniendo relaciones comerciales con Irán, en contra del objetivo de Washington de aislar a la República Islámica.

A pesar de abogar por más apertura para exportadores norteamericanos, la actual administración ha logrado que China se cierre aún más debido a la imposición de aranceles. Los norteamericanos están preocupados por prácticas de comercio desleal, la violación de los derechos de propiedad intelectual, la falsificación de productos y la transferencia forzada de tecnología como condición para tener acceso al mercado. El gobierno estima que el robo de propiedad intelectual y secretos comerciales le ha costado a la economía norteamericana USD 225.000 millones al año. Esto se traduciría en un subsidio para empresas chinas que invierten menos en investigación y desarrollo.

¿Es adecuada la estrategia de la administración Trump? Analistas cercanos al gobierno sostienen que China tendrá que ceder a demandas americanas debido a la necesidad de consolidar su mercado interno y al hecho de que se encuentra en la trampa de la renta media. También es posible que Xi Jinping simplemente espere a que Trump termine su mandato. Después de todo, Xi estará décadas en el poder y Trump, como mucho, puede ser reelecto.

Lo cierto es que cualquier intensificación del conflicto comercial puede tener un impacto negativo en el crecimiento del mundo. De acuerdo a datos del Foro Económico Mundial, China representaría el 35,2% del crecimiento global en 2017 – 2019, mientras que EEUU tendría el 17,9% para el mismo período. En una entrevista de Fox News, Lighthizer admitió que las nuevas tarifas afectarían al crecimiento: “Ojalá podamos minimizar eso, pero puedo asegurarles una cosa con certeza…Si perdemos nuestra tecnología, nuestra ventaja en innovación, tendremos un problema grave a largo plazo y medio plazo con nuestra economía”.

La senadora Lindsey Graham, aliada de Trump, dijo que “el objetivo del presidente es unir al mundo contra las prácticas comerciales chinas que están fuera de la norma”. Las autoridades de comercio de la Unión Europea no están convencidas de la estrategia pero si creen que es necesario poner fin a prácticas desleales y al robo de secretos comerciales. Washington está preparando poderes adicionales para CFIUS, el comité que puede bloquear adquisiciones extranjeras y los países de la UE en junio acordaron examinar más de cerca las adquisiciones Chinas. Alemania bloqueó la compra de una empresa de alta tecnología por parte de un grupo chino y también en agosto frustró la adquisición de uno de sus proveedores de la red eléctrica.

La República Argentina, un país mediano y comerciante, requiere de un sistema multilateral con reglas claras. Por el momento hemos sido eximidos de aranceles. ¿Hasta cuando? Llegamos a este estadio con una economía cerrada y poco competitiva, altos niveles de pobreza y fuerzas armadas mal equipadas para un mundo donde la geopolítica y las rutas de acceso cobran importancia.

¿Qué lugar puede ocupar nuestro país en el mundo que viene? Sabemos con certeza que en las próximas dos décadas la población mundial crecerá de los actuales 7.000 millones de habitantes a 9.300 millones, motivo por el cual habrá que incrementar la producción de carnes en 200 millones de toneladas, duplicar la producción de oleaginosas y cereales, es decir, habrá que producir 1000 millones de toneladas más. Esto implica un 60% más de soja, un 50% más de lácteos y un 45% más de carnes porcina, aviar y vacuna. En las palabras de Gustavo Idígoras, ex agregado agrícola ante la UE, en el mundo solamente el Mercosur, sobre todo Argentina y Brasil, tienen capacidad excedentaria de producción y en consecuencia tenemos la oportunidad de transformarnos en una región superavitaria y abastecer este crecimiento.

El desafío es pasar de ser exportadores de commodities a convertirnos en exportadores de specialties y alimentos elaborados, lo que implica una mejora en tecnología e inversión tanto doméstica como extranjera además de la apertura de mercados en tándem con Brasil en Asia y África. Juntos, nuestro poder de negociación es mayor. ¿Podremos lograrlo? Actualmente nuestro país negocia acuerdos con la UE, EFTA, Canadá, Singapur y Corea del Sur. Un productor de alimentos como la Argentina, frente a los desafíos del cambio climático y una degradación ambiental cada vez mayor, debe incrementar sus áreas protegidas e implementar una política de desarrollo sostenible efectiva. Es éticamente necesario y tendrá cada vez más valor estratégico.

Según un estudio de PwC titulado ‘El Mundo en 2050’, seis de las siete economías más grandes del mundo serán emergentes lideradas por China, India e Indonesia en cuarto lugar. EEUU quedaría en el tercer lugar. China crecería del 15% actual al 20% del PBI mundial mientras que la Unión Europea representaría entre el 10 y el 9% del mismo. El PBI chino ascendería a USD 58,5 billones, mientras que la India rondaría los USD 44,1 billones y EEUU USD 34,1 billones. Se espera que Japón (USD 6.7 billones), Alemania (USD 6.2 billones), el Reino Unido (USD 5.3 billones) y Francia (USD 4.7 billones) caigan en la lista, ya que serían superados por Indonesia (USD 10.5 billones), Brasil (USD 7.5 billones), Rusia (USD 7.1 billones) y México (USD 6.8 billones).

Juan Ghersinich Eckers