Por Miguel Scozzari*
En un contexto donde la economía argentina empieza a mostrar señales de alivio tras meses de arduo trabajo para combatir la inflación, nos encontramos con un golpe sorpresivo e injustificado: un aumento del 70% en el precio de los ladrillos huecos. Esta decisión, adoptada prácticamente de un día para el otro por los fabricantes del sector, no solo es desproporcionada, sino que resulta directamente perjudicial para los argentinos que luchan por construir el sueño de la casa propia.
Es inadmisible que, mientras numerosas industrias han ajustado sus precios en línea con la desaceleración de la inflación e incluso han registrado bajas significativas en sus productos, un sector esencial como el de los materiales de construcción decida avanzar en dirección contraria. Este aumento no responde a una necesidad de supervivencia empresarial, sino a una estrategia de maximización de beneficios que no contempla el daño social que genera.
La construcción de viviendas, un motor clave para el desarrollo económico y social, se ve ahora asfixiada. Los ciudadanos que con esfuerzo reúnen cada peso para avanzar en sus proyectos enfrentan un futuro más incierto. Este tipo de maniobras empresariales no solo encarecen las viviendas, sino que destruyen las posibilidades de progreso de miles de familias.
Es necesario reflexionar sobre el impacto de estas acciones. En lugar de ser un sector que impulse el desarrollo, los fabricantes de ladrillos han decidido convertirse en un obstáculo para el crecimiento. Esta actitud no contribuye a que el país salga adelante, sino que refuerza las barreras que perpetúan la inequidad.
Manifestamos nuestro total repudio a este aumento abusivo y desmedido. Hacemos un llamado a las autoridades y a las instituciones para que actúen de manera firme frente a estas prácticas especulativas. La construcción de un país mejor requiere compromiso y esfuerzo conjunto, no conductas que priorizan el lucro a costa de los sueños de los ciudadanos.
El sueño de la casa propia no puede transformarse en una pesadilla. Es hora de poner límites a quienes, en lugar de construir, destruyen el futuro de los argentinos.
Por Miguel Scozzari
Presidente del MPA.