La Crisis del Vino en Argentina

Cuando en diciembre de 2015 Cambiemos asumió la presidencia de la Argentina, se esperaba que uno de los principales efectos virtuosos de las modificaciones del modelo económico (junto a la fuerte devaluación de la moneda) se visualizara en una mejora en la competitividad de las diferentes economías regionales.

Sin embargo, la recesión económica, la pérdida de las ventajas comparativas, el incremento de los costos de producción y la avalancha de importaciones fueron generando una tormenta muy complicada para el sector.
Veamos cuatro guarismos que nos ayudarán a clarificar este panorama:

  • Hace 30 años que no se registraba una cosecha tan magra como la de 2016.
  • Un 27% cayó en total la producción de uvas el año pasado.
  • Se perdieron un total de 12.000: hectáreas productivas en apenas un año.
  •  2017: es el año de mayor cantidad de importaciones (superando a las que se registraron en el acumulado de los últimos seis años). VER GRÁFICO

Según datos suministrados por el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), el pasado mes de abril fue el peor en lo que va del 2017. El consumo interno se derrumbó un 16,48%, frente a igual mes del año anterior, pasando de 83,95 millones a 67,01 millones de litros. En botella, la ingesta cayó un 17,4%, mientras que en tetra brik la baja interanual fue del 16,7%.

La realidad de las góndolas ubicadas en las principales ciudades argentinas se vio registrada en una caída del orden de los 3.000 millones de pesos de facturación de la industria vitivinícola con respecto a los dos últimos años.
En nuestro país las explotaciones se concentra principalmente en dos provincias: Mendoza (con las tres cuartas partes de la producción) y San Juan (con casi un veinte por ciento). El resto, apenas el cinco por ciento, se reparte entre la Patagonia y el noroeste argentino.
A esta altura, el sector está “atenazado”, en el medio de dos fuegos cruzados. Por un lado, la competencia con otras bebidas alcohólicas alternativas, especialmente la cerveza. Por el otro, pequeños y medianos viñedos, muchos de ellos de origen familiar, están cada día más afectados por el incremento de los costos de transporte, combustibles y energía. Muchas fincas ya se vieron obligadas a recortar personal, especialmente el temporario que se contrata para las cosechas.
El vino ha sido declarado como la bebida nacional de nuestro país. La Argentina es el mayor productor de vino de Latinoamérica y el quinto mayor productor en todo el mundo, así como el noveno exportador a nivel global.

Hagamos un poco de historia

Hace casi medio siglo en los almuerzos y cenas familiares reinaba el vino de mesa. Hasta los niños lo consumían moderadamente y rebajado con mucha agua o soda. Esta preferencia se veía reflejada en los números. En 1970 el consumo per cápita trepaba hasta los casi 100 litros por año.

A partir de esa cumbre fue bajando paulatinamente ante la irrupción de otras bebidas competidoras y los cambios de costumbre. Es así que en 2014 el número se mermó hasta los 23,7 litro, descendiendo aún más en 2015 y 2016. Actualmente se ubica en apenas 21,6 litros por habitante.

Todo esto ocurre cuando a nivel internacional la producción vitivinícola se mantiene firme, sin grandes vaivenes.

¿Cuáles fueron las bebidas argentinas que ganaron mercado en detrimento del vino?

El consumo de Fernet y espumantes “se expandió mucho más rápido que el resto”, pero la bebida alcohólica que se consolida como la preferida de los compatriotas es como adelantamos, la cerveza.
La ingesta per cápita creció un 22% en diez años. Cada argentino tomaba un promedio de 35 litros de cerveza en 2003 y saltó a 45 litros en 2008, a partir de ese año se estancó en esos volúmenes hasta 2016 cuando cayó a 41 litros per cápita, el más bajo desde 2007.

Vinos Importados: ¿Un Visitante Incómodo?

La aceleración en el ingreso de vinos desde el exterior es una variable con la que no están acostumbrados a lidiar los productores argentinos ya que históricamente las importaciones representaban un segmento muy pequeño dentro del mercado. Los principales lugares de origen de la mercadería extranjera son Chile, España y Sudáfrica.
Si analizamos los números de la era kirchnerista veremos que dentro de los lógicos vaivenes de la economía, los valores no variaron de manera ostensible entre los años 2002/ 2008. Pero la realidad cambia de manera vertiginosa en 2009, cuando el incremento se sitúa en el 2730 %, pasando de 4.005 a 113.613 hectolitros por año.
Al año siguiente, en 2010, el porcentaje crece nuevamente. En esta oportunidad un 153.74 %, llegando a la alarmante suma de 287.652 hectolitros.
En 2011 la industria vitivinícola nacional comienza a recuperar terreno. Según datos del Instituto Nacional de Vitivinicultura el volumen de vinos importados llegó a 73.546 hectolitros, lo que significó un decrecimiento del 74,43% con respecto al mismo período del año anterior.
En 2012 los números regresaron a valores casi históricos. Se importaron 5.903 hectolitros, lo que marcó un decrecimiento del 91,97% con respecto al mismo período del año anterior.
Números similares se registraron en los años 2013, 2014 y 2015.

En los nueve primeros meses de 2016 los números no variaron tanto. Pero en octubre, la curva de la importación de vinos dio un salto marcado y en noviembre siguió ascendiendo. Según cifras publicadas y suministradas por el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), en 2016 habrían ingresado al país 30 mil hectolitros de vinos.

El Exitoso Modelo Chileno: ¿Por Qué el Vino Trasandino es más Competitivo que el Nuestro?

Hace 20 años los chilenos dieron un giro en su forma de producir, abandonaron la llamada “zona de confort” y comenzaron un proceso de experimentación a gran escala. Con mucha fuerza empujaron la innovación buscando productos únicos, diferentes y sorprendentes.
Así, logró convertirse en la actualidad en el octavo productor de vino en el mundo en cantidad y el cuarto exportador global (en dólares) por detrás sólo de Francia, Italia y España.

Los chilenos consiguieron este salto de calidad gracias al Carmenére una variedad que fuera redescubierta en los años noventa. Por nuestro lado, Argentina hizo lo propio y en un período similar, gracias al nuevo ícono nacional: el Malbec.
En el próximo cuadro se puede apreciar que sus principales destinos el vecino país los encuentra en ciudades del Pacífico ubicadas en China, Estados Unidos y Japón.

Además de mejorar sus productos, los trasandinos se ocuparon del marketing y de la promoción. De esta manera, han logrado imponer la marca país con un logo original basado en un dibujo de la Cordillera de los Andes. Así, asociaron la montaña y la altura con la excelencia de sus vides.

Como contrapartida, nuestro logo apenas muestra un racimo de uvas. Se trata de una imagen genérica con la cual es muy dificil identificar nuestra geografia.

El grueso de los recursos de la campaña “Vino argentino, bebida nacional” se dedicó a pagar el cachet de los más reconocidos artistas nacionales. Algunos especialistas en publicidad entendieron que esto tenía mucho másque ver con la cooptación de voluntades de músicos y actores famosos y poco con el crecimiento de la industria vitivinícola.

¿Por qué el vino argentino es más caro que el chileno?

A diferencia de nuestro país, el vino chileno no tiene aranceles que pagar gracias a sus acuerdos de libre comercio con Estados Unidos, China y la Comunidad Económica Europea. Esto les permite mejorar mucho su competitividad.

En la práctica, existe una pérdida de ventaja de los vinos propios frente a sus principales competidores. La diferencia de costos entre nuestro país y los vecinos supera ya el 50%.
Mientras los muelles chilenos están cerca, en general, de las zonas productoras, en la Argentina las distancias oscilan entre mil quinientos y dos mil kilómetros, si tomamos como referencia el Puerto de Buenos Aires. Mandar un contenedor desde Cuyo hasta la terminal porteña  sale 2500 dólares y de ahí a Shangai, 700 dólares. Los chilenos tienen mejor organizada su propia logística.
Argentina exporta hoy un 30% de su producción de vinos (principalmente de alta gama y mayormente Malbec) pero nuestros costos están muy altos sobre todo por la presión impositiva y la escasa financiación. Mientras los productores de Australia y California tienen créditos a 30 años, nosotros sólo contamos con un plazo de cinco años.
Además, muchos de nuestros competidores tienen programas de promoción y apoyo a las exportaciones. En España, el principal vendedor del mundo, el gobierno destina 20 centavos de euro de reembolso por litro exportado.
¿Es aún posible alcanzar para 2020 el objetivo de vender al exterior  2000 millones de dólares por año?  Para ello habría que imitar algunas de las prácticas que caracterizan a los jugadores más exitosos del planeta.
Veamos por lo menos cuatro ejemplos de posibles soluciones muchas veces anunciadas y nunca concretadas.
  1. La autopista en la ruta internacional Número 7 que une Buenos Aires con Chile. Actualmente sólo hay doble cinta asfáltica hasta Luján y en las provincias de San Luis Y Mendoza.
  2. Lleva décadas de atraso la autopista San Juan-Mendoza, que tendría unos 150 km de extensión y costaría a valores actuales poco más de 4000 millones de pesos. De esta manera se integrarían dos de las capitales cuyanas.
  3. Resulta imperioso reponer los trenes de cargas que llevan vino a granel desde las zonas productoras para ser fraccionado en las grandes ciudades.
  4. En 2018 arribarían créditos del BID para Agua Negra, un túnel binacional entre Argentina y Chile que permitiría llegar desde San Juan hasta el vecino país a través de un  paso cordillerano mucho más extenso que el del Cristo Redentor en Mendoza. Esta última construcción, que tiene su extremo en Uspallata, data de 1980 lo que significa que llevamos casi cuatro décadas sin desarrollar una obra similar. Tendrá 14 km de largo, casi cinco veces más extenso que el otro paso internacional. Su costo está estimado en 1500 millones de dólares. Estaría listo para 2026, aproximadamente, y solucionaría el incremento del tráfico de mercaderías hacia el Pacífico, donde China ya será por entonces la primer superpotencia mundial desde el punto de vista económico.
Como solución inmediata, mientras se espera la concreción de las grandes obras de infraestructura, el sector le ha planteado al gobierno nacional que colabore para poder mejorar las condiciones de competencia. Algunos de los paliativos podrían ser: reintegros de un porcentaje del arancel que se paga por las exportaciones, la implementación de algún sistema para aliviar el costo de los fletes y un acuerdo para permitir que, hasta los $8.000 de salario, la contribución patronal se convierta en un bono para pagar IVA y Ganancias.

Albert Einstein: “Toda crisis encierra una oportunidad”

El notable científico alemán decía que en los momentos difíciles el ser humano debe agudizar el ingenio, y que producto de ese esfuerzo surgía la creatividad y aparecían las soluciones.
Como hemos visto nuestro país se encuentra en una encrucijada: menor producción de vino y menor consumo interno. Nos ocupamos de llorar sobre la “leche derramada” y pretendemos volver atrás las agujas del reloj, para que retornen los hábitos de los años setenta.
Sin embargo no reparamos en que la calidad de nuestros productos ha ido creciendo año tras año, lo que lo torna un bien cada vez más demandado a nivel internacional.
Si aprovecháramos estos saldos exportables que nos van quedado para dedicarlos a los mercados de ultramar podríamos al igual que hacen lo chilenos, obtener cada vez más divisas gracias a nuestra bebida nacional.