CUARENTENA EMOCIONAL.

Por Graciela Russo*.

Todos damos por descontado que la cuarentena obligatoria establecida por el Gobierno Nacional y sintetizada en el eslogan “Quedate en casa”, tiene como fin último el resguardo físico de cada uno de los habitantes del país, pero en medio de esta realidad que nos sorprendió de la noche a la mañana, tampoco podemos obviar el efecto devastador que le puede causar a nuestra salud mental este aislamiento forzoso.

Sabemos, porque se ocupan de hacérnoslo entender en todo momento, que somos el arma que transporta al virus, pero al mismo tiempo son los expertos en salud mental quienes nos alertan de que cualquier cuarentena deja una huella psicológica, algo que habría que aceptar si deseamos retomar nuestras vidas de la manera menos traumática posible cuando acabe el periodo de confinamiento por el coronavirus. Más aún, muchos especialistas van más allá al advertir que la poscuarentena tampoco será fácil de transitar.

¿Pero qué pasa en tu cabeza durante el encierro? Sin comunicación personal durante días y con una pérdida completa de contacto con el mundo exterior, puede hacer que algunas veces lleguemos a no tener noción del día en el que vivimos, o nos encontremos haciendo cosas en horarios imposibles de creer y en muchos casos extremos hay gente que se llega a preguntar si todavía existe. No por nada se nos pide establecer alguna especie de rutina personal y al mismo tiempo no estar todo el tiempo frente a la pantalla del televisor corriendo detrás de la última noticia, sino que es mucho mejor dosificar la información.

El pasado 11 de marzo la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que existía una pandemia global de coronavirus, la primera de la Historia por este tipo de virus. Y así, de la noche a la mañana, el Covid 19 nos sumergió en una experiencia impensada: la cuarentena. Sabíamos, por haberlo leído, que se trataba de una práctica desagradable ya que está asociada a la separación de los seres queridos, la pérdida de libertad, la incertidumbre sobre lo que vendrá y el aburrimiento. Pero todo eso que de alguna u otra manera nos contaron ahora lo estamos viviendo en carne propia.

Para el portal español Madrid Secreto, y de una manera didáctica, Psicólogas y psicólogos sin Fronteras, una organización dedicada a ofrecer atención psicológica en situaciones de emergencia, como terremotos, huracanes e inundaciones, y tras reconocer que es la primera vez desde su creación que se topa con un confinamiento masivo y sin fecha de vuelta a la normalidad, explicó las ocho fases psicológicas de una pandemia que hoy está atravesando la sociedad en su conjunto.

  1. Calma: Es el momento de normalidad en el que se encontraba el mundo antes de la aparición del nuevo coronavirus.
  2. Amenaza o alerta: Primero se difundió la noticia: una cepa desconocida del coronavirus había aparecido en China. Un problema que nos resultaba lejano fue colándose poco a poco en nuestras vidas: se registraron los primeros casos de Covid-19 fuera del país asiático, el número de infectados empezó a crecer y las instituciones adoptaron medidas progresivas hasta que se decretó el estado de alarma que nos mantiene en casa desde hace un mes.
  3. Impacto: En las catástrofes naturales que acostumbran a ver los psicólogos, la amenaza (el terremoto, el huracán…) dura unos días o una semana, a lo sumo. La pandemia del coronavirus se asemeja más a un conflicto armado, porque la alerta se mantiene durante más tiempo.
  4. Post-impacto: El experto determina que estamos a medio camino entre el impacto y el post-impacto. En otro tipo de emergencias esta etapa comenzaría cuando la gente siente que el peligro empieza a alejarse. En nuestro caso estamos a merced de los datos, y la percepción de la amenaza fluctúa según la evolución de los contagios y las muertes, un recuento que, como hemos visto, no es lineal ni admite previsiones amplias. De ahí que estemos en un punto intermedio entre la tercera y la cuarta fase. Durante el post-impacto afloran la solidaridad y el altruismo, pero se corre el riesgo de que el desgaste y el cansancio calen en la población. Para prevenir este efecto es necesario que existan apoyos y recursos gubernamentales como, por ejemplo, la asistencia a domicilio a las personas mayores.
  5. Incertidumbre: Terminado el post-impacto anticiparemos con entusiasmo de la vuelta a la normalidad, pero poco después la ansiedad dará paso a la tristeza y la ira: una vez superado el peligro, nos permitiremos caer en la cuenta de todo lo que hemos perdido durante la crisis sanitaria (puestos de trabajo, cierre de negocios, familiares fallecidos, etcétera). Todavía faltarán meses para recuperar cierta normalidad.
  6. Organización: Cuando asimilemos el impacto que habrá tenido el coronavirus en nuestras vidas, trabajaremos por retomar nuestro día a día. La normalidad y la alegría se restablecerán poco a poco, en la medida de lo posible. Veremos cómo, por ejemplo, las primeras fiestas colectivas que se organicen nos darán un espacio para celebrar que el peligro haya pasado.
  7. Reconstrucción: Esta etapa consistirá en reponer lo que hayamos perdido por culpa de la pandemia. Podremos volver a disfrutar de eventos lúdicos como los de antes, pero también habrá que esforzarse por paliar los estragos del coronavirus en la economía, en el sistema sanitario y en otros ámbitos comunitarios.
  8. Memoria histórica: La última fase se dará un año después del estallido de esta crisis, un hito difícil de ubicar en nuestro calendario, ya que tendremos que determinar la fecha en la que comenzó la emergencia (¿El primer caso detectado en China? ¿El inicio del estado de alarma?). La sociedad mirará atrás y aprenderá de su experiencia.

Según los expertos todavía nos falta mucho camino por recorrer en esta experiencia para la cual no estábamos, ni pretendíamos estar preparados. Por eso sería bueno regresar al comienzo de la nota donde nos pedían “Quedate en casa”, ya que sólo así mañana nos sentiremos realizados al haber alcanzando nuestros sueños juntos.

*Graciela Russo, es periodista y parte del equipo de comunicación del Movimiento Productivo Argentino.