Por Graciela Russo*
Como suele pasar en muchos órdenes de la vida, siempre existe el yin y el yang, lo bueno y lo malo, el vaso medio lleno o medio vacío. Entonces, ¿por qué no intentamos que a esas aparentes desgracias con las que hoy nos enfrenta la naturaleza, le contrapongamos ese aprovechamiento que el hombre puede obtener de esos mismos inconvenientes?
Se preguntarán ¿qué estoy queriendo decir en este aparente juego de palabras? Y la respuesta es sencilla. Pocas veces como en este invierno, en el hemisferio sur, la cordillera de los Andes estuvo tan cargada de nieve. En una temporada normal esto hubiera sido producto de mucha felicidad, mucho turismo y por consiguiente muchos ingresos de divisas al país. Pero esta bondad que nos deparó la madre naturaleza llegó justo en el mismo momento en el que la pandemia/ cuarentena provocara que las fronteras estén cerradas, los turistas no lleguen y los centros de esquí estén prácticamente desolados.
Ahora bien, esta vendría a ser la parte negativa de la historia. Pero cuando comiencen los primeros calores, con la llegada de la primavera y el verano, esta nieve comenzará a derretirse y de a poco el agua pura de montaña se perderá en el mar, en el océano. Y es acá donde le podemos encontrar el lado positivo a la historia. La propuesta sería que todas las provincias que conforman nuestra Patagonia, sumadas a Mendoza y algunas regiones de San Juan y San Luis, pudieran reconvertirse para embotellar primero y comercializar después ese preciado líquido que baja de las montañas. Una verdadera “fábrica de agua”, una actividad de altísimo valor comercial local y de exportación, que además le podría dar trabajo a mucha gente.
Es sabido que el mundo, en líneas generales, está sediento de agua. Tanto, que es bastante común leer en portales preguntas tales como: ¿Puede la desalinización ser la solución para la crisis mundial del agua?
Según los datos preliminares de Naciones Unidas, para la conformación de su Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible, tres de cada diez personas carecen de acceso a servicios de agua potable seguros.
De acuerdo a estos mismos trabajos, hoy cerca de 844 millones de personas en el mundo no tienen acceso a agua potable. Y 1.800 millones de personas vivirán en condiciones de escasez grave de agua próximamente. Además, de los 844 millones de personas sin agua potable, cincuenta millones están en América Latina, a pesar de contar esta región con el 33% de las reservas de agua limpia del mundo.
A pesar de que hay mucha agua en el planeta la mayor parte de ella es salada ya que sólo un 3% es dulce. Por eso mismo, y según datos de la Asociación Internacional de Desalinización, IDA, por sus siglas en inglés, ya hay cerca de 18.000 plantas desaladoras o desalinizadoras en el mundo, pero sin embargo, esas plantas no logran satisfacer las necesidades básicas de agua potable que se requiere a nivel internacional.
Volviendo al comienzo de la nota y ahora tomando como ejemplo a Groenlandia, se puede ver que debido al aceleramiento del cambio climático, esta enorme isla exporta agua potable del deshielo. Así, ensaya una nueva estrategia económica motivo por el cual las autoridades decidieron otorgar licencias a diferentes empresas y así poder exportarla.
Si Groenlandia lo pudo llevar a la práctica, por qué no pensar que en la Argentina se puede replicar algo similar convirtiendo un problema en un beneficio económico para el país. Porque me pregunto y les pregunto, ¿no resulta casi criminal que no hagamos algo para impedir que esa cantidad de agua de deshielo se pierda en el océano?
Sería bueno también tener en cuenta que el agua descongelada de alta montaña es “incomparable” en términos de calidad y pureza y por consiguiente muy fácil para su comercialización.
Para que esta propuesta pueda ser llevada a la práctica sería necesario que los diferentes estados: municipales, provinciales y el mismo gobierno nacional se dispongan a conceder las licencias para todas aquellas empresas del sector, las que deberán construir las plantas embotelladoras a lo largo de nuestra cordillera.
Tal vez en el momento menos esperado y en medio de una pandemia que le está complicando la economía a todos, podemos decir que tenemos grandes cantidades de agua purapor excelencia y estamos en condiciones de ofrecer este “oro incoloro, inodoro e insípido” a todo mundo.